" Nuestro fin es la educación en y para el ocio"

martes, 8 de diciembre de 2009

INTRODUCCIÓN

En qué consiste la educación en el tiempo libre

La educación en el tiempo libre participa de los mismos fines que la educación en términos generales. Esta educación se desarrolla en otros entornos y con otra metodología, pero es extraordinariamente eficiente a la hora de llevar a buen puerto los fines de la acción educativa en general. En esta presentación, deseamos explorar la educación en el tiempo libre como un universo de posibilidades, pero nos centraremos particularmente, en su capacidad para educar la dimensión corporal de la persona y para estimular su sensibilidad ética, estética y espiritual.

Desde mi punto de vista, pueden considerarse, al menos, dos finalidades fundamentales de la acción educativa, es decir, la construcción de la persona y la trasformación del mundo.

1. Construir a la persona.

Educar es construir la persona, pero no hay moldes definidos a priori para levantar la construcción de la persona, pues cada uno tiene su manera de ser y tiene que encontrar su lugar en el mundo. La acción educativa es construcción, pero en esta construcción el educador ocupa un papel secundario, ya que el verdadero constructor de su vida es el mismo educante y por esa razón se sirve de la experiencia, del consejo y de los conocimientos que el educador le transmite.

2. Transformar el mundo.

El fin de la acción educativa, como ya se ha dicho, es la construcción de la persona, pero ésta se desarrolla, crece y se desenvuelve en un mundo, que no sólo es un espacio natural, un bosque o una selva, sino un espacio humano, un mundo de valores, de creencias y de ideas. Sólo es posible construir a la persona en un mundo humano, ordenado y harmónico. El marco escénico donde vive y crece el ser humano no es, en absoluto accidental, sino todo lo contrario, es fundamental. Por eso la segunda finalidad ineludible de la educación, tan importante como la primera, consiste en la trasformación del mundo, en conseguir que este mundo que habitamos sea más humano, justo, equitativo, transparente y ecológico.

Educar es, en este sentido, inquietar el espíritu del educando, poner en su alma la voluntad de ser él mismo, la voluntad de saber más del mundo y de todo cuanto le rodea. Existen deseos en minúscula y deseos en mayúscula. Es necesario ayudar al educando a descubrir estos deseos que lo harán realmente feliz, porque la felicidad humana nunca puede saciarse con deseos de baja intensidad.

3. Potenciar la libertad del otro.

La labor de educar no tan sólo exige el respeto a la libertad ajena, si no también el desarrollo de ésta, es decir, se trata de enseñar al educando a ser auténticamente libre, a vivir desde la libertad, a asumir su ser personal y a decidir responsablemente sobre sus acciones y sobre la vida. Es necesario educar para la libertad y desde la misma, nunca en contra o a pesar de ella.

Cuando la libertad del educando es objeto de manipulación ideológica o de instrumentalización interesada por parte del educador, estamos asistiendo a un proceso de adoctrinamiento, pero en ningún caso de educación. “La educación –aclara Edith Stein- supone la libertad y la comprensión, ya que se vuelve hacia la voluntad para indicarle una dirección para su acción; pero el hecho de tomar esa dirección concierne a la voluntad”. En efecto, el educador trata de indicar un horizonte al educando, trata de mostrarle una meta excelente para su voluntad, pero nunca puede tomar por él la decisión de orientarse hacia este límite, ni puede arrastrarlo hacia este objetivo sin su libre consentimiento.

3.1. Educar la expresión corporal.

La educación en el tiempo libre es una ocasión extraordinariamente adecuada para educar la expresión corporal de la persona. Con la fórmula “expresión corporal” se entienden todos aquellos gestos, movimientos y acciones que derivan del hecho de que el hombre posee un cuerpo, que tiene un “lenguaje” característico. El lenguaje del cuerpo, por el cual este tiene un valor expresivo y comunicativo, también es redescubierto o apreciado mejor en su especificidad en contraposición con la expresión verbal; así, se habla de “comunicación no verbal” del hombre.

Es necesario añadir que no se trata de una contraposición rígida, sino que la expresión no verbal y la verbal deben valorarse en su recíproca integración.

4. Educar la sensibilidad estética.

La educación estética constituye uno de los temas axiales de la filosofía de la educación, especialmente desde el Romanticismo. Schiller, por ejemplo, se refiere a esto en sus Cartas sobre la educación estética. Precisamente porque en el Romanticismo la belleza es lo que salva al mundo del pensamiento de la muerte y del absurdo de haber nacido, se pone el acento en esta dimensión de la vida humana y se pone en relieve la necesidad de cultivarla. Pero eso requiere el cultivo de la visión. Sólo quien aprende a contemplar, a degustar la realidad, puede descubrir la belleza y vivir con intensidad de la experiencia estética.

El educador tiene la labor de acompañar al educando a explorar la belleza de la realidad, a explorarla físicamente; tiene que pasear con él ayudarle a fijar su mirada en estos espacios bellos del mundo, tiene que enseñarle a saborear el espectáculo de la naturaleza y, de esta manera, orientarle en el cultivo de su sensibilidad estética. Tiene que aprender a escuchar, a ver, a degustar, a tocar, a oler la realidad circundante y por ello a abrir, las ventanas.

5. Educar la sensibilidad ética.

La educación de la sensibilidad ética es aquel sector de la actividad educativa que tiene como objetivo la formación de la madurez moral del educando.

La praxis justa no es tan sólo el criterio de autenticidad de la educación para la justicia, sino también su condición de posibilidad. La educación para la justicia, en efecto, nunca puede ser exclusivamente verbal; exige la colaboración de tres realidades:

La persona misma del educador que, si no estuviera personalmente comprometido en la liberación de los oprimidos, no podría ser nunca agente de educación por a la justicia.

La relación que se establece entre el educador y los educando, que nunca podrá ser un reflejo de las relaciones de dominación social.

La institución de la cual forman parte educador y educandos que, en sus estructuras y funcionamiento, tiene que hacer visible la justicia que propugna.

Las experiencias en las que descubrimos nuestra identidad constituyen momentos únicos. Entonces aprendemos quiénes somos y qué queremos. Educar equivale a conseguir el desarrollo harmónico. Todo un arte que remite a la esfera de la libertad.

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